lunes, 6 de febrero de 2012

La teoría del eterno retorno

Señoras y señores, queridos todos:

¡He vuelto! No hace falta que lo disimulen; estoy segura de que les llena de orgullo y satisfacción mi regreso. Quienes crean que sigo en la ciudad de los rascacielos (¡ilusos!) deben saber que mi aventura terminó a finales de septiembre. No obstante, como este es mi espacio personal e intransferible y puedo hacer con él lo que me venga en gana, he decidido reciclarlo. Sí, otra vez. En cuanto a la cabecera, ya la cambiaré, ¡no me agobien!

Quizá se pregunten qué me ha hecho volver… La verdad es que me sentía muy culpable por no haber escrito más acerca que mi periplo por el otro lado del charco, pero ese no es el motivo. La razón fundamental es que vuelvo a estar relativamente ocupada y eso me inspira. No, no le busquen lógica al hecho de que no escriba cuando dispongo de tiempo para hacerlo, porque no tiene ningún sentido.

Además, a pesar de que hoy sea domingo (el día de Señor, no lo olviden), me haya dedicado exclusivamente a tocar el piano, trabajar y a las labores del hogar (bueno, y a consultar Facebook de vez en cuando), y me duela la cabeza, he cometido el terrible error de tomarme un café a las cinco y media de la tarde. Eso quiere decir que no sé a qué hora me entrará sueño, por muchas infusiones de rooibos que me beba. Así que ¡aquí me tienen de nuevo! Esto es como la teoría del eterno retorno...

¡Vaya! Ya ha dejado de ser domingo y es… ¡el cumpleaños de Salvador! (¡FELICIDADEEEEEES!) Hay que ver cómo pasa el tiempo… En fin, para despedirme, les dejo una foto repreciosa que tomé durante mi visita al MOMA del Indestructible Object (or Object to Be Destroyed) de Man Ray. Espero que sea de su agrado.

Salud y suerte





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